Carta sobre el extractivismo (formato actual del imperialismo)

La reciente cotización del agua en Wall Street dispara este lúcido texto epistolar, donde se cuelan Maradona y Pino Solanas para remarcar el carácter drástico de lo ambiental. A no desesperar, también hay líneas de acción claras.

Por Manuel Navarro

   De mi mayor consideración: me dirijo a usted para… Momento. En principio, tendría que definir quién es finalmente el interlocutor posible y necesario de la temática del medioambiente. Había pensado trabajar la letra de Sui Generis, “Para quien canto yo entonces”. Resulta imprescindible y urgente comunicar a todo el mundo el problema que nos acucia y “si los humildes nunca me entienden” o no tienen conectividad, estoy dejando afuera a la mayoría de los interesados.

   Claro, en lo inmediato el problema se ensaña con las clases bajas en cualquier país del mundo, hasta que no se ofrezcan soluciones y mientras se dé un paso tras otro rumbo al colapso, la solución dejará de ser clasista, porque hasta ahora las soluciones que se piensan lo son. ¿Dónde están los maestros mayor de obra, los media-cuchara y los peones de albañil a la hora de dar cursos o talleres de “arquitectura sustentable”, biocontrucción, súper-adobe, autoconstrucción, cob, etc.? Brillan por su ausencia en estas reuniones clasemedieras que arrastran a este lugar, pretendidamente plural, sus contradicciones de clase.

   ¿Quién se acordó de invitar a los productores y trabajadores hortícolas a las capacitaciones sobre huertos autosuficientes, la permacultura de Bill Mollison, horticultura intensiva o a esa especie de labranza cero y mínima intervención humana de las huertas permaculturales de Masabu Fukuoka? Pasa lo mismo. En el camino, se pierden todos los saberes que los obreros primarios de la construcción y la tierra tienen para aportar atrasándolo todo.

   ¿Me dirigía a los compañeros, al acotado mundo de los peronistas? “Si los hermanos se cansan de oír las palabras que oyeron siempre”. ¿Cómo salir de lo puramente discursivo para impulsar la acción con el modesto recurso de la palabra? Mucho más cuando cualquiera que haya leído un D’Artagnan comprende las distancias abismales entre este escriba y Marx. El escriba lo comprende, por eso no se deprime. ¿Apunto a nuestros dirigentes, a la “clase política” en general? Sí y no. No, porque uno necesita creer que ellos son gente preparada, primus inter pares, que son los que saben y “los que saben no necesitan que les enseñen” ni quieren. Y no es seguro que sepan. De un tiempo a esta parte, se observa un corrimiento desde Maquiavelo, que subsumía la ética a las razones de estado, a Nietzsche y su ave de rapiña de la voluntad de poder, que da rienda suelta a sus bajos instintos y hace de la ignorancia una virtud del poderoso. Para estos últimos, la ética y el saber son defectos de una plebe de resentidos. A esto agrégale la financiarización de la economía y la política, y vas a tener la tormenta perfecta.

   Entonces solo cabe: yo escribo para esa gente (humilde) porque también soy uno de ellos. Ellos cantan las cosas, yo les pongo melodía y verso. Si cuando gritan, vienen los otros y entonces callan, si yo solo puedo ser más honesto que la guitarra que no tengo. El cierre de la nota habilitaba dos finales: uno; el oficial de la letra que todos cantamos en nuestra adolescencia: “Yo canto para usted, el que atrasa los relojes, el que ya nunca podrá cambiar; y no se dio cuenta nunca; que su casa se derrumba”, o se incendia. Un final decepcionante, resignado. El dandismo de seguir dando una pelea que se sabe perdida.

   O el final que censuraron allá en los 70 para que la canción pueda ser cantada y el cantante pudiera sobrevivir: “Y yo canto para usted, señor del reloj de oro, sé que a usted nada lo hará cambiar, pero quiero que se entere, que su hijo no lo quiere”. Brecha generacional, se llamaba entonces y se daba entre generaciones; “grieta” la llaman ahora y se da menos entre clases sociales que entre paradigmas comunicacionales que construyen contenidos que serán arbitrariamente adjudicados a las representaciones partidarias. Este me gusta más. Supone el triunfo de la utopía por la evolución virtuosa de la humanidad y se parece un poco a lo que ocurre. Los pibes salen a las calles, todavía sin clara definición ideológica, pero con prístina consigna: Yo quiero mi futuro, por qué te lo quedas. Y aquellos a los que nada hará cambiar se están ocupando de que los reclamos pacíficos tomen otro cariz. Si triunfa el statu quo, nos enfrentamos a la noche oscura de un internacionalismo totalitario. Pero no todas las cartas están dadas, ni las que fueron dadas han sido descubiertas.

   Sobre esto quería escribir, hacerlo claro y con garbo. Pero en eso se murió Pino Solanas, y nos quedamos sin voz y sin él en el Congreso. Me pongo a buscar data para mejor recordarlo, me encuentro con un reportaje que Jean-Luc Godard le hace en octubre de 1969 y encuentro en él la misma pregunta, y una respuesta: hacer un cine, La hora de los hornos, ya no para espectadores pasivos, “no estamos ante un cine-expresión, ni ante un cine-comunicación, sino en un cine-acción, en un cine para la liberación.” Dice y hace. En los finales de los 80 fui a verla en una Unidad Básica chiquitita, que si mal no recuerdo estaba por Corrientes, muy arriba, y estuvimos mucho tiempo debatiendo el pedazo de película que vimos. Vimos un pedazo, porque cada interrupción planeada para abrir el debate se extendía hasta que el griterío daba cuentas del evidente imposible de alcanzar conclusiones. Todavía me debo el final, pues la segunda parte se dejó para otro día al que por una u otra razón ya no pude ir.

   Ustedes no se van a querer perder la riqueza de una charla de estos grandes. Cuando el arte no podía ser otra cosa que herramienta de la política. Y que don Atahualpa Yupanqui, en Destino del canto anunciaba de manera bellísima y prevenía: «Si tú no crees en tu pueblo, si no amas, ni esperas, ni sufres, ni gozas con tu pueblo, no alcanzarás a traducirlo nunca. Escribirás, acaso, tu drama de hombre huraño, solo sin soledad … Cantarás tu extravío lejos de la grey, pero tu grito será un grito solamente tuyo, que nadie podrá ya entender”. Y ofrecía un premio: «Sí, la tierra señala a sus elegidos. Y al llegar el final, tendrán su premio, nadie los nombrará, serán lo «anónimo». Pero ninguna tumba guardará su canto”.

Toda la filmografía de Pino fue lucha y denuncia. Su último Némesis fue el extractivismo, formato actual del imperialismo. Hasta sus últimos días, Pino habitó la trinchera peronista del antiimperialismo y seguía haciendo flamear las banderas de la independencia económica y la soberanía política aun cuando se sabía casi solo. Sus últimas películas parecen haber sido hechas desde la clandestinidad, su escasa y casi nula publicidad hace que muchos las desconozcan Y esas películas dicen mucho, callan poco y molestan mucho más. Podés encontrarlas y verlas por acá. Esto era apenas para empezar una nota sobre Pino y el medioambiente.

Perdimos un guerrero, uno de los imprescindibles. No infalible, claro. Un imperfecto como todos los nuestros. Descansá tranquilo Pino, ninguna tumba guardará tu luz.

Y cuando todo estaba tan mal que uno ya se estaba acostumbrando, se muere el Diego. Nuestro Diego. El Diego planetario. El último guerrero de los suburbios, las villas miseria, las favelas, las chabolas, los cerros, los tugurios, las zonas marginales. Se muere el falopero, el políticamente incorrecto, el zurdo, el malhablado, el violento; todas esas cosas y otras cosas más que nos adjudican a nosotros los “negros de mierda”, y por eso tan nuestro. Cada cosa que a ellos no les gustaba, nosotros la festejábamos. Y nos dábamos el lujo de dejarles, a ellos (esos otros que no somos), unirse a nosotros para festejar el fútbol; ese juego que mientras él lo jugo se convirtió en danza. Se nos fue una voz. La última, y quizás la única, que lograba poner en la primera plana de los diarios lo incorrecto.

¿Qué tiene que ver el Diego con el medio ambiente? Con la posibilidad de un mundo que merecía ser vivido. Nada menos. Y quien escribe estas líneas no puede todavía dejar de llorar. Quería ponerlo. Quiero que nadie lo olvide. Razón suficiente, aunque puede que el editor decida eliminarlo por improcedente. Allá él.

Y el agua empieza (o algunos descubren, tarde) a cotizar en bolsa. Entonces, de buenas a primeras, algunos se escandalizan porque el agua la van a tener que comprar. Sobre el tema, dos cosas: primero, ya hace tiempo que Nestlé hace cotizar su agua en bolsa. Segundo: los que habitamos la patria por fuera de los muros del hambre que rodean las grandes ciudades, ya hace rato que nos vemos obligados a comprarla, aun a sabiendas de que lo que nos venden no es agua potable, sino que solo se le ha filtrado alguno o algunos de sus componentes que nos matarían. No todos. Ni los peores.

También el clima reclamaba que se le dé espacio urgente. Los desastres acumulan millonarios daños económicos cada día. Cada día son más los muertos que las tormentas reclaman. Y cada vez son más los problemas nuevos que se les presentan a los que antes no los tenían.

Cinco tornados en simultáneo en Puebla, México.

Los tornados de noviembre arrasaban países, haciendo algunos inviables, como Guatemala. O invivibles como Honduras y nuevamente Guatemala; solo por mencionar nuestro continente. Se inundaban y quedaban tapados de hielo países como Omán. Egipto, Arabia Saudita, Líbano, Irán, Irak. Se formaban grandísimos lagos y cascadas en los desiertos. Donde hasta ayer lo que primaba era la sed, hoy los camellos corrían peligro de morir ahogados. Pintaba una nota larga, larga. Entonces busqué en Youtube desastres climáticos, crisis climática, tornados lluvias torrenciales, inundaciones, corrimientos de tierra, pero empezaron a aparecer todos los del 2020, donde además están incluidos los incendios que asolaron el mundo y algunos que, como los de la tundra, aun continúan. Y bajé los brazos. Inténtelo usted con esos hashtags.

Anoche, charlaba con un amigo sobre estas dificultades que te enumero con la esperanza de que me abriera una puerta, o una ventana; y él me dijo:

—¿Sabés? Si le decís a un padre que se le van a morir las crías, se va a bloquear y ya no va a oír nada más.

Entonces me acordé otra vez de la adolescencia y ese disco premonitorio: Pequeñas anécdotas de las instituciones. En él, Charly escribe una canción al mito de Casandra. El dios Apolo se enamora de ella y a cambio de que se entregue a él le dará el poder de las profecías. Como suele ocurrir, cuando Casandra descubre que tiene esa magia poderosa se niega a cumplir el trato, entonces Apolo se revira, la escupe en la boca y le quita el don de la persuasión. ¿Resultado? Casandra sabe lo que les va a ocurrir a todos cuantos la rodean, pero nadie le cree, para su desgracia. La psicología ha tomado el mito para nombrar el “síndrome de Casandra”. Muchos de los científicos que trabajan en el área climática de la ONU se han visto afectados, provocando depresiones y suicidios, al punto de pedir ayuda públicamente a la organización. Algunos escribas también. Otro día nos vamos a ocupar de tales científicos. Ya es mucho escribir para una nota que no es. Vale la pena de todas maneras que escuches el tema. El disco tampoco tiene desperdicio. Podría salir hoy y sonaría igual que ayer: nuevo.

Finalmente me despido con las disculpas del caso. Espero la próxima vez cumplir formalmente. Siempre y cuando diciembre sea un poco más tranqui. Y que el 2021 no nos encuentre en las calles gritando «Volvé 2020, te perdonamos”.

Con un abrazo grande y lleno de optimismo, me despido hasta la próxima cumpa.

PD: Otros temas urgentes se acumulan:

Mega granjas porcinas; soberanía alimentaria vs. seguridad alimentaria; fraking y soberanía energética; trigo transgénico; propiedad de la tierra y producción de alimentos en cercanía; transición a la agroecología; militar el colapso; vivir con lo nuestro o entregarlo; déficit ambiental y deuda ecológica. Etc.

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