Esta serie de poemas trabajan la percepción subjetiva y su vínculo con el afuera, el espacio público.
Por Rolando Pérez
lógica y argumento de la casa
las preguntas son las mismas cosas
y son su número en nosotros
y el hecho de la casa
y el por qué de nosotros en la casa
y si existe
y aquello que es ahora
y lo que fue
puesto que somos habitados
como lugar
en la naturaleza del movimiento
y del cambio
y estas líneas tratan de nosotros
no podríamos dejar de advertir
la cuenta de los días como paso
extremo entre dos líneas
como un lastre refugiado
de la suma en la consciencia
y así
desconociendo un punto
desconoceremos
todos los hilos que nos tejen
seremos sin prisa
y seremos esto: una cantidad precisa en el recuerdo
y seremos esto: una cualidad en nosotros
su momento inmóvil
ahora bien
no hay transcurso en el afuera de la imagen
pues lo que cambia
cambia en el pasado de la casa
en sus muros de ladrillos pardos
en la geometría de nuestros pasos la baldosa
la exacta cantidad de la rotura en sus ventanas
el frío intruso
y el papel periódico
una cantidad o una cualidad
o alguna de las otras categorías
evanescentes
por lo tanto
los géneros de los momentos sucesivos
son tantos
como los puntos indecisos
de mi madre en el patio de la casa
o mi abuelo contra el muro de ladrillos pardos
de la casa
o los finos fantasmas
asomados a los huecos del viento helado
que rompió sus ventanas
y acreditan
su memoria
¿qué será entonces el lugar,
lo que sigue en la evidencia?
y es primero una parte de la madre
y aquello que contiene a la madre
los hermanos
y no es mayor ni menor la casa
en sus bordes últimos si los tuviera
que esa mujer
o esos hombres
y nosotros inadvertidos en el registro indetenible
en el abandono de la casa
contenidos por la casa
y el arriba y el abajo
y la naturaleza de cada uno de los cuerpos
que permanecieron
o fueron forzados del lugar
y así se cumplió su arriba
y su abajo
en el sentido de su cause
su trayecto
y en su tiempo
causalidad de la madre
la mujer sentada con las manos en las rodillas
es la causa de la madre
y de la presencia en el ahora de la madre
este contenido en nosotros continente
su capa invisible
aromada cascarilla
el pelo luminoso en foco estelar
contra sombras receptivas
figuras del óxido en la puerta
pobre lata con aldaba
errada de las manos nocturnas
su modelo traspasado por el filo del desgaste
y sus zapatos
de los más festivos aguinaldos
causas
extrema en el límite del aire
su consejo desoído
causa
y el padre mutis
en la cuenta en la casilla del haber
es su causa en nosotros
y el fin en nosotros
esencial
su elemento en nuestros órganos
como objeto
su materia en nosotros producto
nosotros cuerpo
de su fuego de madre
tierra húmeda su deseo
sus más frágiles premisas
que nos ofrecen desesperanzados
a la mirada de cualquiera de la calle
como una conclusión de su accidente
madre en potencia
enamorada aún del padre en moto
niña afiebrada
sufriendo en blanco sábana
blanco de ojos celestes sudorosos
posible madre adolescente
escapando por la avenida
en la mañana descolgada en sus aviones
la revolución
madre en acto eleccionario
mujer desviada en los zaguanes prohibitivos
ella
comenzando en nosotros
y ella
concluyendo su recuerdo
en nosotros
¡a cuántos días todavía!
ígnara de muerte
su niebla figura en la emoción del momento
ahora
como el escultor ya muerto
y su estatua viva
no pertenecemos
¡ay!
al mismo tiempo
la vida (y los muertos) como renovación en las macetas de la madre
renovación del macetero donde mi madre cuidaba
sus conejitos
blancos y anaranjados cuando el alba en cierne
por detrás del río
muertos conejitos
renovados en la pasión de la naturaleza
por asistir al desgrano
del átomo elusivo
mi abuelo flor y tierra y humedad olorosa
para el nacimiento de otros futuros
padres de padres
la loca que se paseaba en camisón por el pasaje
el carpintero adusto en vetas de camisa
todas las hijas del escritor prohibido
pedro mi almacenero de los más urgentes llamados
el hombre que envolvía las galletas con volados de papel de diario
aquellos dictadores
ajusticiados en su clima
con empeño de sangre
mis primeros médicos de la fiebre que casi nos mata
¡pobres asimétricos del síntoma
confusos
en directa relación con el alfa
y el omega de la línea terminal!
¡Todos renovados!
aquel compadre que reía en cocoliche de su lengua
la madre del amigo muerto
serio en la hora de todos sus días desde aquél
quien ofrecía su queso
el conjunto completo universal de los choferes de tranvías a caballo
de carretas y de globos aerostáticos
regenerados
todos ellos en el aire de la tierra
polvo fértil
acudiendo en la brisa matutina
a la cita con la vuelta
el antaño fusilero
el mecánico de naves
traficantes
algodoneros
peones desaparecidos en la huelga portuaria
organilleros con su mono
aguadores
y voceadores de huevos
decapitados guerrilleros de la selva
del cemento ciudadano
todos desgranados en su tiempo
como semillas de lino del Egipto milenario
numerados y precisos
en la justa cantidad universal
que vuelve a la vida de la forma
en la materia
en la maceta de la madre
¡en el racimo anaranjado y blanco
de sus más vívidos conejos!
la caída
y la noche cubrió
a mediodía y con sorpresa
los ojos del guerrero
avanzan con el catálogo anulado
sólo unos barcos que buscarán su refugio
más allá del río animalizado
y llueven desde el cielo
blancos cometas enemigos
mi madre viajaba en el 119 cuando estallaba la caída
yendo por Córdoba cuando se iba y se venía
equivocó el camino y la dirección
que no fue una
única insalvable
y tuvo que volver
por las calles desiertas
a pie
caminando como Walsh
a contramano
se descuelgan de altísimos muros
se desvisten para morir a trozos
como panes de último día
y dejan sobre los verdes cordones
su indiferencia y el rostro sosegado
al cielo de los odios
¿cómo escapando por aguas
y refugiado y sobrevivido
se volcó a la corriente ese dios pequeño y profundo
convocando al evangelio de su letra
las divisiones del cuerpo
las nueve puertas y
los innumerables ritos del proscenio?
sabía que su hogar era la otra orilla del suburbio
la primera casa levantada sobre piedras
y erraba mi madre
por la desolación de las sirenas
los aviones
la anulación de los gritos
de esa gente que miraba por las ventanillas
el remolino de humo y fuego y los hombres
corriendo en el curso del sonido
cuando pudo escuchar
contra su pecho y su cartera
el grito del soldado en el instante que dijo
ensimismado
perpetuo de su sangre
hijos de puta
y otra vez hijos de puta
y otra vez
hasta el temblor de nuevo
hijos de puta
no me dejen solo
se va entonces para volver
para ser llamado
para regresar
un nuevo fausto pactando en sus demonios
su quimera de halago y su letargo
viejo pasaje que fondea en las ruinas
de Wittenberg de Nurenberg de Erfurt.
los mismos anuladores de la vida:
alma anima animales
(tres fatídicos comienzos)
se va para complacer lamentos impuros
para la lluvia infinita del regreso
para la noche de los basurales
para la suma equivocación
su permanencia
para el destierro
¿por qué esta inanidad de resguardo
pecado del tiempo
invocación de presente?
¿decías que Licurgo…?
¿te escuché invocando los fantasmas Gracos…?
¿es cierto que recostado en el hospital
tu prisión
decidiste consagrarte al menudeo
un sueño de parcela y dos caballos
un jardín en Diciembre
Buenas noches y Geranios
y a tu mínima renuncia?
¿por qué? ¿por qué? ¿por qué?
(tres famélicas preguntas)
ahora descansa el astuto Ulises
esperando su vuelta
bajo la llave del caballo
que él mismo inventó
al tiempo que se descorre
se abre esta caja de la boda
y agitan los generales
infelices suspensiones de veneno
el otro día me decía Daniel
que no sabe de cuentos:
mi abuelo hacía teatro en mi casa vieja
y tenía el libro prohibido
sobre la mesita de su peluquería
nadie sabía nada de nada
y allí se detuvo su complicidad
hasta que un atardecer
más bien deslavado
aparecieron los hombres
y rompieron
los libros anuales
y los peines
y todos los cepillos
y hasta las cosas más simples
como esa heladera
–caja de aluminio corazón de hielo seco-
donde se regodeaban los hijos del teatrista
y satisfecha su venganza
se fueron
dejando al viejo
con las manos cruzadas
los hijos en fila
y algo parecido a un ingenuo desconcierto
y dicen que decía
como se dice ¡puta! y ¡mala suerte!
maldito el día en que nací
y la noche en que se dijo:
ha sido concebido un hombre
y volviendo por las sombras de la imagen anhelada
fueron de muerte los tañidos
y los rezos.
tránsito
¿a qué hora?
no lo sé
pero dicen que se fue con el agua
señora ¿puede decirme la hora?
bueno es lo que oímos
en la radio
el hombre dijo algo de la lluvia
la hora ¿me estoy acercando?
¿será la sexta?
ya que estaban las niñas cambiando los ropajes
y nadie ha lavado sus pies
su límite acostado
la eternidad de sus jirones
esa palabra
esa mujer
¿serían las cinco
como ha escrito el poeta
las cinco en punto de la tarde?
su hora
señora ¿sabe usted cuál fue su hora?
cuando pidió la palabra y dijo
yo marcharé
pero tú me esperarás hasta que vuelva
y además
querida cuando yo no esté
¿podrías despintar estos colores?
quisiera morir
con el brillo natural de mis manos
¿quiénes eran los que tan solos quedaban
quedando tan solos?
señora humilde señora
¿puede decirme la hora?
¿es preciso?
¿no se ve ya la inmensa caída
del agua
de la noche?
¿cuándo?
cuando pidió que despintaran sus colores
cuando dijo
si es que podemos confiar en manicuras
mirá Sara
es una orden
dentro de un rato van a entrar todos
porque me voy a morir
y después te van a llamar para prepararme
vos me sacás
este rojo chirle que tengo en la uñas
y me ponés ese Queen of Diamonds
transparente
que te hice comprar
el de Revlon
ya es de día
el presentido día
y el eco de la ciudad más real
de los que han cruzado las aguas
de esta lluvia tristísima
de los que callan y ruegan
de aquellos que colgaron las guirnaldas y crespones
entre los palos de luz
en la avenida
salmodian
muratori salutem
amen
los elementales
ya han perdido sin empezar
y velan ahogándose entre fantasmas
los últimos arrestos de la imagen
hay quien debe sus pinturas y pestañas
a un dibujo manoseado
un plan de noche
y hay
como fáciles tortugas de la trampa
algún silente penetrando un mausoleo
se disfrazan ejecutan
van de sapos
incomodan
se distienden
marcan fechas de días y saludos
hoy precisamente saludaban al general
como fieles pretorianos
y ofreciéndose decían
con un gesto
a su esposa
¿la llevamos?
y después luego que el sol quemara las primicias del rocío
han disparado
por turnos
inmutables
(de noche sesenta y dos por ciento
de día treinta y ocho por ciento)
llegaban temprano
contaban los números votivos
se inclinaban como chicos a jugar por el suelo
bebían
en las tardes de feria leían a Julio
y tomaban
de prestado
isócronas miradas magalinas
es decir era en Paris que se anunciaban los dibujos
y el grabado se entintaba en Balvanera
(detenidos en su domicilio ante testigos sesenta y dos por ciento
detenidos en la vía pública veinticuatro coma seis por ciento
detenidos en lugares de trabajo siete por ciento
detenidos en lugares de estudio seis por ciento)
sufrían de arrebatos
y callaban a veces
no temían andar con padre ajeno
y se limpiaban con pañuelos sin arrugas
viejos mocos acerados
jugaban un Truco esperando una llamada
se erguían
hacían gestos mentirosos
caminaban por Corrientes
con orgullo de iniciados
y de sólo incomprensibles nimiedades
utopías
se mataban.
la primera flecha del arco del destierro
así de los que enfrente se enceguecieron y miraron asombrados
como de aquellos otros
mansos
arrebatados del lecho y del hermano cuerpo
de todos ellos
la primera flecha escapó
por el aire infecundo
delator
vuelven a relucir sus pasaportes
se afiebran con las putas
como joyas de ocasión
delicadas mujeres que han perdido
la costumbre de toser ante el pecado
y descansan su escasísima lujuria
con narices apretadas
la ñata contra el vidrio
bajo el cielo de Holanda
se ahogan en fiestas mundialistas
en mansiones de amplísima eficiencia
y van mirando en los ojos
invisibles para algunos
soles añejados conocidos
y devoran
como lobos del recuerdo
las miradas y los gestos recobrados
¿saben expandirse en la memoria
en el deseo?
¿meditan?
¿o sólo de paso se acomodan
a todas las distancias del equilibrio anhelado?
¿ya los ves con esas manos
audaces de noticias
insolarse en visiones:
de Flores donde hubo una tarde con María
en el Pasaje Espejo
de Pompeya ya desierta
donde estaba el cotolengo y sus ofertas
de Liniers donde la madre de Juan hacía colas incontables
buscándole trabajo
de Boedo
donde debutó Francisco y fue noqueado y ya no se levantó
de Almagro donde se llevaron a Miguel
después de tomar el café de Las Violetas
de San Telmo donde bailábamos hasta la hora
de las medialunas en la plaza
de Devoto donde siempre recuerdo la noche de la liberación
el susto de las viejas
de Floresta de La Boca Colegiales de Palermo
Mataderos
donde hay registro fidedigno de todas estas cosas
con sentencia
O mythós deloi oti…
la flecha la mísera
flecha del destierro
se pudre en el arco incomparable
del espacio perdido
aunque algunos
los menos
volverán a descender de su lágrima terrena
paupérrima